domingo, 8 de febrero de 2015

EL RECUERDO DE SI

EL RECUERDO DE SÍ

En una conversación reciente hablamos sobre el recuerdo de sí.

Se ha dicho a menudo que a menos de creer en algo superior es imposible recordarse a sí mismo.

Con el recuerdo de sí siempre se relaciona cierto sentimiento emocional.

No se puede a sangre fría recordarse a sí mismo.

Es necesario entrar en cierto estado, desde el cual sea posible observarse a sí mismo.

Por medio del recuerdo de sí nos ponemos bajo nuevas influencias que de otra manera no podrían alcanzarnos.

Si siente la extraordinariedad de su propia existencia, si siente el milagro de su cuerpo, de su conciencia, del mundo que lo rodea, si empieza a preguntarse quién es, entonces está en el estado necesario para el recuerdo de sí.

Por otra parte, si está completamente identificado consigo mismo y da todo por sentado, su actitud no es la adecuada para el acto de recuerdo de sí.

Muchas veces les dije en el pasado cosas tales como "Miren sus manos, ¿saben qué son o cómo se mueven?" o "Mire los árboles y pregúntese cómo es que puede verlos", y muchas otras cosas similares.

En nosotros está el misterio, el sentido de lo milagroso.

No es necesario ir al Tíbet para hallar lo milagroso.

Se lo puede hallar aquí, en este mismo momento.

¿Cómo oye las palabras que alguien le lee en alta voz?

¿Cómo tiene conciencia de lo que significan; y cómo está sentado aquí escuchándolas?

Pero no nos hacemos generalmente estas extrañas preguntas, y hasta las creemos absurdas, o nos imaginamos que fueron explicadas por la ciencia mientras que en realidad nada fue explicado por ella.

A no ser que mire la vida de otro modo no podrá recordarse a sí mismo.

Una forma del recuerdo de sí es recordar que uno está en El Trabajo y que es preciso tomar todo de una manera diferente con arreglo a los significados e instrucciones del Trabajo.

Esta es una forma muy poderosa de recuerdo de sí que se puede practicar muy a menudo.

La vida penetra por medio de sus sentidos en haces y paquetes (energías y materias) a cada instante, pero, ¿cómo reacciona usted a ella?

¿Acaso el Trabajo está entre usted y la vida externa o está usted inmerso, dormido, en la vida externa y sus aconteceres?
Si es así, no se recuerda a sí mismo.

Es entonces lo que El Trabajo llama un hombre mecánico arrastrado por la vida como una máquina es puesta en movimiento por una correa de transmisión.

Mantenerse erguido en la vida y tener un claro sentido de sí mismo experimentando la vida, y notando las propias reacciones ante ella, sentir que se está viviendo la vida y no que la vida nos está viviendo —todo ello pertenece a la idea del recuerdo de sí—.

Pero si usted cree que la naturaleza se creó a sí misma, que la materia creó a la materia, entonces no podrá recordarse a sí mismo.

Por otra parte si muchas veces piensa internamente acerca del rayo de la creación que desciende de lo alto o acerca de la octava lateral del Sol desde la cual fuimos creados, y si ya no piensa más que tales ideas carecen de importancia sino que son absolutamente necesarias para un ordenamiento correcto de nuestros pensamientos, entonces quizá tenga un instante de recuerdo de sí y una vislumbre de lo que significa.

Es tan sólo a través del sentimiento de algo superior como uno se puede separar de algo inferior y, al cabo de un tiempo, cuando se experimentó lo que esto significa, se hará lo imposible para guardar vivo el sentimiento de algo superior en uno mismo y se aborrecerán aquellos periodos en que se está totalmente identificado con las cosas externas.

Aquí tenemos una etapa definida en El Trabajo.

Entonces conocemos hasta en pequeñísimo grado lo que es estar despierto y por contraste conocemos lo que es estar dormido, y por mucho tiempo esta etapa permanece en nosotros de modo tal que conocemos cuando estamos más despiertos y cuando estamos más dormidos.

Entonces llega a ser una cuestión de percepción interior, y esta etapa dura inevitablemente mucho tiempo.

Esta etapa es por así decirlo, una prolongada prueba que depende enteramente de uno mismo, a condición de que le recuerden a uno constantemente El Trabajo y sus ideas.

Sin embargo, como dije, esta etapa depende finalmente de uno mismo.

Porque El Trabajo busca hacer un nuevo ordenamiento de nuestra mente y sólo puede hacerlo si se le permite entrar en la mente de una persona.

Pero ello no ocurrirá a no ser que se sienta afecto por esa cosa, el deseo de ella.

Y esto significa cabalmente que a no ser que uno tenga en sí mismo el deseo de trabajar, inquietudes espirituales que siempre sintieron que había otra cosa, inquietudes espirituales capaces de escuchar El Trabajo, no meramente por medio de los oídos, sino por medio de la mente y la comprensión, a no ser que existan tales inquietudes El Trabajo nunca podrá entrar, pero si llega a entrar es entonces una cuestión de elección.

Siempre se puede acompañar a los malos "Yoes" y hasta pasar toda la vida con ellos o se puede preferir llegar a conocer los malos "Yoes" por un lento y gradual discernimiento y no entregarse a su poder.

Es en este sentimiento de elección, de preferir las profundas inquietudes espirituales, donde empieza el recuerdo de sí.

Por una curiosa clase de acto mental, o si se prefiere, de acto de voluntad, es posible separarse de la inmensa ciénaga de "Yoes" negativos y, por así decirlo, mantenerse erguido.

Esta es la elevación de sí mismo sobre sí mismo, pero, como se dijo, es imposible a menos que se conozca con certeza que hay en uno mismo mejores y peores estados.

No es una cuestión de creencia teórica el creer que hay algo superior, sino de la actual percepción de ello en sí mismo, en ese extraño y complejo ser que es el sujeto de este Trabajo.

A menudo se observa una horda de pequeños "Yoes" desagradables y mezquinos que nos rodean y tratan de arrastrarnos a su nivel, a su manera de tomar todas las cosas.

Y el acto de transformación consiste, en percibirlo y no identificarse porque se puede recordar que hay maneras muy diferentes de tomar las cosas.

Maurice Nicoll


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